Tu cara y su expresión llena de violencia, tu respiración precipitada, tu frente sudando y el volumen de tus sentencias en la ráfaga que es ahora tu voz y su sequedad; aplastándome, apretando mi cabeza, exprimiendo mis sesos y haciéndolos fugarse a través de mis oídos despidiendo su estela por los alrededores, salpicando todo y haciendo un verdadero enchastre.
Tranquilizate, dejá de asustarme.
viernes, 16 de septiembre de 2011
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