Es así, inevitable

domingo, 11 de septiembre de 2011

Caballeros

Cuatro hombres dentro de un baño público. El único inodoro está ocupado, así como los dos mingitorios, por ende el hombre que queda espera. Éste empieza a ser preso de los nervios y emprende un intento de tarareo o algo por el estilo siguiendo a la canción que suena de fondo, la cual al parecer conocemos todos  ahí; y así es como el que está en uno de los mingitorios comienza a zapatear contra el piso marcando el pulso con un nerviosismo casi espástico, mientras que yo permanezco observando concentrado el fondo del orinal, como si ayudara de algo.
De repente un ruido fuerte taja la paz por completo. Al parecer desde el cubículo del inodoro comienzan a sonar repetidos golpes a la puerta con la función de marcar el pulso mientras el antes tarareo suave aumenta en volumen e intensidad para irse transformando en canto -¿O debo decir sollozo?-, éste comienza a invadir el espacio del pequeño cuarto junto con la tensión constante, siendo esto una pelea entre dos elementos desagradables por gobernar la situación por completo.
Y yo a todo esto sin sacar una gota de orina, sintiéndome seco como nunca, reteniendo, no pudiendo lograrlo, transpirando, muriendo poco a poco; y los ruidos aumentan y mis nervios, cómo agujas de una fallida sesión de acupuntura, atraviesan mi piel y me arden, me queman desde afuera hacia dentro, como si la carga electrógena de los vellos sobre mi piel se transmitiera hacia el interior, como si mi demora causara todo esto y el aumento del ruido y la presión y los nervios y los insultos y esa llama que crece y crece deshaciendo poco a poco el escasísimo nivel de paz dentro de ese horripilante baño y ahí es cuando llega el momento del quiebre.
Cierro mi bragueta, ceso con mi canto, mi zapateo y mis golpes y me dispongo a irme de ese baño vacío para orinar en la calle.

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