Es así, inevitable

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿En Vano?

Gastó cada año de su vida para encontrarla. Estudió todas las teorías y crónicas que se habían escrito alguna vez acerca de ella, y hasta recolectó anécdotas de todos los posibles testigos de su existencia, sin descartar ni un dato, por más mínimo e innecesario que aparentara ser. Por las noches la soñaba, imagina sus características físicas, su configuración arquitectónica, y al despertar saltaba impulsado por su propia ilusión para escribir en medio de un cuasi estado de alquimia hasta el último detalle de su sueño en su cuaderno de tapa dura color dorado.
Así es como fue avanzando en su búsqueda, cada vez más motivado por el misterio de imaginar cómo seria verla de frente, hecho fantástico que alimentaba cada vez más su pasión y su deseo, forzándolo a gastar hasta el último centavo suyo (fruto del trabajo de casi media vida) en acrecentar su expedición. Disponía de un número de trabajadores y un equipo de antropólogos colegas a los que coordinaba para que formularan planes de búsqueda.
Luego de muchos años logró conseguir lo que tanto buscó a lo largo de su extensa carrera: la tan codiciada localización. Durante 87 días y 87 noches emprendió la excavación, en sus planes había calculado 40 días como máximo, pero la carencia de las maquinarias apropiadas lo hicieron verse obligado a gastar más tiempo y dinero de lo inicialmente pensado, lo cual lo envolvía cada vez más en un estrés corroedor, que desgastaba su estabilidad emocional.
Los últimos 10 días de la expedición fueron un verdadero infierno, su carácter influía en el accionar de todos los trabajadores y dentro de esa cueva no se respiraba otra cosa que no fuera el nerviosismo y la presión, todos lo odiaban secretamente, hasta sus camaradas antropólogos lo desconocían, no lograban entender qué producía tales reacciones y temían por su equilibrio mental.
Al cabo de más de 190 horas de trabajo, los obreros excavadores habían logrado despejar un pabellón que finalizaba en una puerta bloqueada por medio de un precario sistema de sellado, el cual consistía en 8 cerraduras tapiadas con lo que se podría decir cemento. Una vez finalizado el trabajo de destruir esa puerta lograron llegar a una suerte de cápsula o sarcófago o cofre, el cual definitivamente contenía lo que toda esta gente buscaba. Fue en ese momento y bajo esas condiciones que ordenó el transporte de dicho objeto a su casa.
Sus más cercanos colegas no tenían la necesidad de preguntarle por qué no quiso jamás abrir el envase que contenía el sueño de toda su vida. Entendían y coincidían a la perfección con su forma de pensar.

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