Es así, inevitable

martes, 19 de abril de 2011

De noche

Me despego por un rato de tu cuerpo. El calor que me dabas ya estaba empezando a traducirse en sudor y el sudor en frío y no es por quejarme de tu posesión del lado de la cama que da a la pared del cuarto, tan sólo surge en mi un sentimiento apenas parecido cuando terminás empujándome en pleno sueño y llega ese momento de la noche en el que me encuentro al filo de un temible precipicio sumido en el más enmarañado e intenso de los imaginarios quizás, despertando así yo entre la desesperación y el grito ahogado que sólo en mi mente oigo mientras vos yacés cómoda sobre mi delgado y angosto colchón inmersa en la totalidad de tu paz y ahora también disponiendo de un espacio adicional. Esos treinta o cuarenta centímetros que te separan de la pared del cuarto. Esos escasos milímetros que me separan a mí del piso. Mi cama es angosta, mi somnolencia lamentablemente también lo es, y es que no hace falta acaso explicarte nada que desconozcas aún acerca de mi inmutable estado de vigilia de las tres de la mañana ni de mi constante pensar sobre todos y cada uno de los detalles que flotan sujetos en las partículas de polvo que arrastra el aire mientras yo me decido a sentarme a un costado de la cama, tratando de no irrumpir en tu conexión directa con tu inconsciente.
En otro momento te habría despertado para pedirte un gesto, una caricia de tus labios, una simple muestra de tu humanidad con el mero propósito de no perder yo la cordura y poder así conseguir la paz que se requiere para dormir; pero lo cierto es que ya estoy bastante maduro en ese aspecto y crecí más allá de nuestros miles de intentos fallidos de dormir juntos con total comodidad. Es cierto también que en ese otro momento vos eras otra y yo estaba enfriándome, transformándome en el que soy ahora, en ese que irradia una falsa paz en medio de esta noche húmeda, fría y hostil, en plena y total desnudez junto a otro cuerpo desnudo, completamente desprendidos el uno del otro, absolutamente distantes de ese momento en el que unidos por el más inevitable de los magnetismos fueron una misma sustancia sin desear ni uno ni el otro el quiebre de esa homeostasis, y eso lo sé muy bien. Y aunque todavía me brillaban los ojos y mi respiración seguía entrecortada a vos no te importó. Y cuando te diste vuelta ni te imaginás cómo te odié y cómo quise decírtelo por tanto, tanto tiempo, y así y todo me lo quedé, me lo guardé y dejé que florezca adentro, hacia ninguna parte, sin ningún tope, sin ninguna clase de límite ni posibilidad de escape.
Poros cerrados, ojos secos hoy ya, pero el mismo sentimiento germinando, propagando sus secuelas en todos mis actos, haciendo todo un poco más forzado, un poco más difícil, como si me midiera, como si tuviera pleno control sobre mí y mi actuar.
Así y todo mantuve el silencio y mantuve fija mi vista hacia ese punto, ese mismo punto del cuarto que estoy mirando ahora donde no veo nada en especial pero al mismo tiempo sé todo lo que pasa a nuestro alrededor. Vos entonces vistiéndote, vos entonces yéndote y yo con el mismo latido rebotando constantemente dentro de mi cabeza, queriendo salir hacia alguna parte. Y por algún motivo desconocido elegí guardar eso allí durante todo este tiempo. Ese monólogo interno que en realidad no es más que una repetición constante.
Pero hasta acá llegué.
Y aunque en ese momento me quedé callado y dejé que te vayas en medio de toda tu paz y tranquilidad fue apartir de entonces que contuve estas inconmensurables ganas de decirte que desde ese segundo en la vida mi cuerpo se sintió y continuó sintiéndose como nunca antes ajeno en su totalidad al tuyo. Así como ahora, separados por unos quince o diecisiete centímetros de colchón. Tan cercanos y lejanos a la vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario